El componente enciclopédico de la traducción

translation_articles_icon

ProZ.com Translation Article Knowledgebase

Articles about translation and interpreting
Article Categories
Search Articles


Advanced Search
About the Articles Knowledgebase
ProZ.com has created this section with the goals of:

Further enabling knowledge sharing among professionals
Providing resources for the education of clients and translators
Offering an additional channel for promotion of ProZ.com members (as authors)

We invite your participation and feedback concerning this new resource.

More info and discussion >

Article Options
Your Favorite Articles
Recommended Articles
  1. ProZ.com overview and action plan (#1 of 8): Sourcing (ie. jobs / directory)
  2. Réalité de la traduction automatique en 2014
  3. Getting the most out of ProZ.com: A guide for translators and interpreters
  4. Does Juliet's Rose, by Any Other Name, Smell as Sweet?
  5. The difference between editing and proofreading
No recommended articles found.

 »  Articles Overview  »  Language Specific  »  Spanish  »  El componente enciclopédico de la traducción

El componente enciclopédico de la traducción

By José Julián | Published  03/29/2005 | Spanish | Recommendation:RateSecARateSecIRateSecIRateSecIRateSecI
Contact the author
Quicklink: http://ben.proz.com/doc/16
Author:
José Julián
কিউবা
‍ইংরেজি থেকে স্প্যানিশ translator
 

See this author's ProZ.com profile
El componente enciclopédico de la traducción
El componente enciclopédico de la traducción


Dr. José J. Rodríguez


En todo acto de traducción participan, cuando menos, tres individuos: un emisor, que es una persona que tiene algo que comunicar y lo hace, en una lengua dada, por escrito; un traductor, que conoce esa lengua, comprende lo que el emisor comunicó y lo re-escribe en otra lengua, y un receptor, que conoce la lengua en que el traductor escribió y lee la traducción hecha por aquel, logrando así aprehender el sentido que el emisor había querido comunicar.
Digo que son tres las personas que participan y no solo dos (emisor y traductor), porque un acto de traducción nunca será completo hasta que la versión re-elaborada haya sido leída y comprendida por el receptor. De modo que este último es también importante en el proceso, tanto como el emisor y el traductor, y a veces hasta más.
Cada una de estas tres personas debe reunir ciertos requisitos, los que mencionaré como de pasada, y solo porque me van a servir para llegar al tema en que me ocupo en este artículo.
El emisor debe tener algo que decir y saber decirlo -escribirlo- en una lengua dada, y además, y sobre todo, querer lograr un cierto efecto en su lector al realizar esta acción. En términos más técnicos, debe tener una cierta intención comunicativa.
Cuando combino los tres factores, obtengo que el emisor debe, indispensablemente, saber qué, cómo, a quién, cuándo, dónde, por qué y para qué, o, según el término en boga, estar inmerso en la situación de comunicación que él mismo ha creado, por cuanto responde a su intención comunicativa.
El traductor debe ser capaz de captar toda esa información en la lengua del emisor, que él -el traductor- debe dominar suficientemente. A los factores anteriores se suma ahora el quién. Quizá el orden en que el traductor va captando la esencia del texto sea quién, cómo, a quién, qué, cuándo, dónde, por qué, para qué. O quizá no, o quizá depende de qué, o de quién, o de a quién, o de para qué. En fin.
Una vez captada esa esencia, el traductor es quién, y comienza de nuevo el proceso, ahora en otra lengua. El traductor se erige en emisor. O digamos más bien que se transforma en emisor: no hay que necesariamente indicar la dirección del movimiento de transformación, además de que no estoy seguro de que siempre sea hacia arriba.
Sea como fuere, estoy implicando que en la traducción se da un doble proceso de comunicación lingüística, en el centro del cual está el traductor, que es, alternadamente, receptor y emisor.
Seduce la idea de que no es un proceso doble, que sería de comunicación bilingüe, sino dos procesos relativamente independientes, cada uno de comunicación monolingüe. Y de hecho es una idea que se escucha últimamente. Pero ¡qué difícil resulta demostrar la diferencia entre las dos concepciones! Será que no la hay.
El receptor, entonces, debe ser capaz de captar aquella esencia, aquel contenido y aquella intención comunicativa que el emisor original, tan distante ya en el análisis, produjo, y que ha llegado a él gracias a la labor del traductor.
O sea que, gracias a que el traductor estuvo todo el tiempo consciente de quién, cómo, a quién, qué, cuándo, dónde, por qué y para qué, ahora el receptor tiene la posibilidad de captar, de todo eso, el para qué, que es lo que dio origen a todo el proceso creativo en la mente del emisor.
Para qué puede ser para que el receptor entienda, se entere, sufra, ría, se conmueva, cambie su sistema de valores, actúe, no actúe, mantenga sus valores, no se conmueva, no ría, no sufra. Que el receptor realice o no alguna de estas acciones no es parte del proceso de traducción. Basta que se percate con toda claridad de para qué se escribió el texto originalmente. Basta con que el traductor haya sido capaz de trasladar a él la intención del emisor, la función del texto.
Y eso lo ha logrado el traductor porque en ningún momento del proceso ha perdido de vista ninguno de los factores enumerados, los que en su combinación armónica constituyen la situación de comunicación.
De ellos, yo pienso concentrarme en los párrafos que siguen en qué. O quizá más bien en qué no. Porque pienso referirme al contenido del texto que se traduce, pero no al contenido expresado allí de manera explícita, sino al que quedó fuera, el implícito, el que el emisor decidió que no era necesario, o pertinente, o de buen gusto, declarar.
Se trata del conocimiento del mundo con que el traductor se enfrenta al texto o el que busca en las más diversas fuentes a propósito del contenido expresado de manera explícita o sugerido por el texto, y que tanto determina en la calidad del producto final que el traductor alcanza.
En la bibliografía, este conocimiento en ocasiones se denomina conocimiento enciclopédico o componente enciclopédico de la traducción. Ambos términos me parecen acertados, si bien un tanto altisonantes. Tienen de útil, sin embargo, que sugieren al traductor que se dirija a la enciclopedia a buscar ese conocimiento, no al diccionario bilingüe y ni siquiera al monolingüe: El vínculo etimológico con el vocablo latino y el griego correspondientes en invisible para la mayoría.
Otras veces he visto el término ‘competencia enciclopédica’ para designar este conocimiento no lingüístico implícito a que el texto remite. Quizá se haga para lograr un cierto equilibrio con las otras competencias del traductor: la comunicativa en cada lengua y la comunicativa bilingüe.
Este término sí me parece desacertado: El conocimiento del mundo no es una competencia. Sencillamente porque no es un conjunto de habilidades y destrezas potenciales que se activa en determinadas circunstancias. El conocimiento del mundo es eso, conocimiento: se trae a la conciencia cuando hace falta, se “recupera”, se activa, como las competencias, pero a diferencia de estas no se ejecuta, y no se ejecuta porque no es un conjunto de habilidades y destrezas.
Decía que pienso referirme al qué no, y a esto siguió un intento de definición del conocimiento enciclopédico. Y es porque pienso que el conocimiento enciclopédico es precisamente eso: el qué no del texto; lo que no se escribió, pero que el texto sugiere y que es necesario conocer con mayor o menor profundidad para aprehender el sentido del mismo correctamente.
Es decir que, por su naturaleza, el componente enciclopédico es extralingüístico, pero no es todo lo extralingüístico. También lo es el contenido expresado de manera explícita. De ahí la necesidad de señalar el carácter implícito del componente enciclopédico.
Otra característica del componente enciclopédico es que se sugiere en puntos específicos del texto a partir de los cuales se va abriendo en abanico hasta hacerse infinito. De ahí que sea tan importante aprender a determinar cuánto de ese conocimiento que subyace en el texto es suficiente para captar el sentido, de modo de no quedarse uno por debajo de lo necesario, pero tampoco dejarse llevar por la información y perder tiempo y energía innecesariamente.
Aún otra característica del componente enciclopédico es que su incidencia real en la calidad de la traducción es siempre relativa. El desconocimiento del contenido subyacente puede hacer que la traducción que se obtenga sea mala, y esto ocurre con frecuencia. Pero también puede ocurrir que solo se afecte el estilo o algún que otro matiz o connotación, e incluso que nadie se percate de que el traductor ignoraba este o aquel contenido y que por lo tanto nunca llegó a comprender bien el texto original.
En los cursos de traducción de la universidad insistimos en la importancia de dominar el contenido enciclopédico subyacente en los textos que impartimos. También tratamos de que los estudiantes aprendan a detenerse cuando ya han logrado la amplitud y la profundidad necesarias para captar el sentido cabalmente. Pero tanto ellos como nosotros sabemos que hay ocasiones, y no pocas, en que los traductores desconocen totalmente determinados contenidos y, sin embargo, logran buenas traducciones porque se dejan llevar por su intuición profesional.
También, por supuesto, hay casos, y muchos, de traducciones en las que ni siquiera hay que ser especialistas para darse cuenta de que el traductor no localizó la información enciclopédica necesaria.
A continuación presento ejemplos de todo lo que hasta aquí llevo dicho a partir del análisis del texto “The rebirth of Michelangelo”, tomado de la US News & World Report de abril de 1986, y que utilizamos en el segundo semestre de traducción en la universidad.
Pienso ser más exhaustivo en el análisis del título y el primer párrafo. Ese segmento será suficiente para ilustrar la definición y principales características del componente enciclopédico. Luego de esto presento una lista de errores cometidos por los estudiantes debidos a una insuficiente búsqueda de la información enciclopédica subyacente.

Párrafo 1

Contenido explícito
• he was called “the divine Michelangelo” in his day
• the Sistine Chapel is
• his creation
• his masterpiece
• transcendent
• being restored
• revealing Michelangelo’s genius anew

Contenido implícito (componente enciclopédico) determinante
• quién es Miguel Angel
• cuándo vivió
• por qué “divino”
• qué es la Capilla Sistina
• qué hizo Miguel Angel
• qué es la restauración
• por qué masterpiece

Contenido implícito (componente enciclopédico) no determinante
• fecha en que Miguel Angel comenzó y terminó el trabajo
• datos biográficos de Miguel Angel
• otras obras realizadas por el artista
• quiénes lo llamaban “divino”
• etc., etc., etc.,

Saber que in his day no se puede traducir palabra por palabra, o que Michelangelo se dice Miguel Angel es parte del conocimiento lingüístico del traductor. Es a través del sistema que, en el primer caso, se traduce pasando por el sentido, y en el segundo, se transcodifica.
Que al pintor lo llamaban “el divino Miguel Angel” es contenido extralingüístico, pero no parte del componente enciclopédico, por cuanto está declarado de manera explícita en el texto.
In his day, por otra parte, es la superficie visible de un contenido oculto, implícito. Es decir, la época en que Miguel Angel vivió y produjo su obra artística sí es parte del contenido enciclopédico.
El traductor, como siempre, tiene la opción de documentarse y así asegurarse de que su traducción será acertada, o no hacerlo y correr el riesgo de ofrecer un producto de mala calidad. En nuestro ejemplo, quizá pueda traducir todo el primer párrafo sin saber que Miguel Angel fue un pintor renacentista. Nadie lo va a notar porque his day puede ser cualquier época. Pero en algún momento tendrá que traducir el título, y entonces es muy probable que escriba “El renacimiento de Miguel Angel”, que sí es un grave error de traducción porque deforma totalmente el sentido del original.
El mismo análisis podría hacerse con el resto de los párrafos, pero el resultado sería bastante similar. Todos los párrafos contienen información enciclopédica subyacente. En todos, el traductor tiene la opción de buscarla o correr el riesgo de traducir mal. Los siguientes errores, tomados de la práctica real del aula, muestran que la segunda opción nunca es la más recomendable:

Título: “El renacimiento de Miguel Angel”

P1: la remodelación de la Capilla Sistina
la reconstrucción de la Capilla Sistina

P2: durante los desfiles de Semana Santa
de un extremo a otro de la Capilla

P3: la restauración ha hecho que desaparezcan algunos
mitos populares

P4: según lo presenta Charlton Heston en su filme
en el filme realizado por Charlton Heston
en la novela que escribiera Irving Stone sobre el
artista
en una de las novelas que sobre Miguel Angel escribiera
Irving Stone

P5: combinaciones brillantes e inusuales de colores
sin dar una base primero

P6: su técnica de claroscuro

P7: la restauración del Vaticano
Miguel Angel fue el primer pintor que usó colores

P8: el fregado de la Capilla


Por lo que hemos visto, la información de un texto puede ser lingüística o extralingüística, y si es extralingüística, explícita o implícita. La implícita se identifica como componente enciclopédico de la traducción.
Una buena traducción implica un dominio suficiente del componente enciclopédico que subyace en el texto, o sea, del qué no.
El traductor debe estar entrenado para determinar cuánto del contenido enciclopédico él debe dominar para que su traducción sea buena, y saber las vías más eficaces para obtener esa información.
Ese entrenamiento lo inicia la academia, pero solo lo inicia. Luego continúa con el ejercicio diario de la búsqueda inteligente de la información que subyace en cualquier material que estemos traduciendo.

Bibliografía


Delisle, J. Iniciación a la traducción. Enfoque interpretativo. Adaptación española: Georges L. Bastin 1990. Fotocopia del original mecanografiado

García-Landa, M. “Análisis del concepto de traducción” En: Trad. & Comm. No.4, pp. 59 - 70, Sao Paulo 1984

Neubert, A. Text and translation. VEB Verlag Enzyklopädie; Leipzig 1985

Van Dijk, T. A. La ciencia del texto, un enfoque interdisciplinario. Paidós: Barcelona 1973

Viaggio, S. “Translators and interpreters. Professionals or shoemakers?” Fotocopia del original mecanografiado

Anexo


The rebirth of Michelangelo (US News and World Report, April 1986)

In his day, he was called “the divine Michelangelo.” In our day, the restoration of his transcendent masterpiece -the Sistine Chapel- is revealing his genius anew.
Brilliant colors, trapped for more than four centuries beneath soot and grime, are finding new life through the cleaning of the frescoes and are dazzling thousands of visitors as they parade daily through the chapel during this Easter season.
The restoration is also putting to rest some popular myths about the artist. To many Americans, Michelangelo is remembered as the renowned sculptor, depicted in the 1965 movie “The Agony and the Ecstasy,” who came to Rome at the Pope’s invitation to paint the chapel interior.
As portrayed by Charlton Heston in the film based on the novel by Irving Stone, Michelangelo was the temperamental artist, filled with self-doubt, who spent tedious hours painting the ceiling while lying on his back, working in drab colors and relying on charcoal sketches.
The current restoration shows much of that is wrong. Michelangelo painted standing up, used bright and unusual color combinations and completed some areas without preliminary drawings.
The restoration is also resolving debates among scholars about the artist’s techniques. It is now clear that he painted even faster than was previously believed, that his shadowing technique was novel for his day and that he left patches of the ceiling unfinished.
“We have discovered we knew very little of Michelangelo as a painter,” says Fabrizio Manchinalli, a professor of Byzantine art who is directing the Vatican restoration project. New findings about the artist’s pioneering use of color “will give historians plenty of work for the next 50 to 100 years,” the professor predicts.
The cleanup, which began in 1980, is now half finished, and the Sistine’s barrel-vaulted ceiling is one-sixth complete. By 1992, when the entire $3 million facelift ends, the chapel will sparkle with the stuff of rainbows -vivid reds, apple greens, hard yellows and limpid blues.


Comments on this article

Knowledgebase Contributions Related to this Article
  • No contributions found.
     
Want to contribute to the article knowledgebase? Join ProZ.com.


Articles are copyright © ProZ.com, 1999-2024, except where otherwise indicated. All rights reserved.
Content may not be republished without the consent of ProZ.com.